lunes, 22 de febrero de 2010

Estado de Opinión… ¿implantada?



Unos nuevos tiempos de democracia se avecinan, el poder se moldea por y para el pueblo, las instituciones se debilitan y la constitución pierde vigencia, los limites se hacen difusos, las reglas del juego cada vez son menos claras, al parecer no hay reglamento, solo voces que gritan lo que es correcto e incorrecto, lo peor o lo mejor.  El Estado de Opinión se acerca, o al menos lo intenta, y amenaza el nervio mismo del sistema de nuestro país, de la mano del Presidente, su gran vocero.

El Estado de Opinión (en mayúsculas, como enuncia siempre el adorado señor Uribe), término tan repetido en los últimos años de la boca de funcionarios del gobierno y partidarios del Primer Mandatario, es un macabro concepto que convenientemente (e infundadamente) es descrito por ellos como “el siguiente nivel del Estado Social de Derecho”, en donde el poder se le da al pueblo, ese pueblo tan manipulable, en su mayoría con una opinión no formada, más bien moldeada, es aquí, donde vemos la debilidad de la nueva democracia que ve venir nuestro Presidente, ¿cómo pedir que el pueblo tenga el poder, si la opinión del pueblo descansa en los hombros de algunos no muy imparciales?

Con los medios conmocionados, e inevitablemente controlados, por la posibilidad de un tercer canal; con uniones familiares o amistades entre los grandes periódicos, canales y personas importantes del mismo gobierno; con intereses políticos y económicos metidos en cada uno de los medios de comunicación, no podemos esperar una información muy imparcial (a excepción de algunos escasos medios), el flujo de la información no es confiable, ¿aún podríamos decir que tenemos un Estado de Opinión, cuando la opinión es dirigida por unos pocos?

Esto solo deja en claro la necesidad de límites, el Estado Social de Derecho es la democracia, donde el pueblo tiene sus medios para ejercer su poder, donde hay control, al menos un intento de control, porque una opinión de masas no es siempre la correcta, no se trata de un gobierno de mayorías, se debe tratar de un gobierno representativo y participativo, cada persona se debe ver reflejado ahí, inclusive los que no cuenten con un 70% de popularidad, ni un referendo para la reelección corriendo por ahí, todos esas otras personas, también merecen ser contadas.

Tal vez los críticos del presidente Uribe tengan razón, y el nuevo Estado de Opinión sea solo una excusa para hacer valer su referendo re-reeleccionista, este dudoso movimiento que a pesar de estar lleno de irregularidades y conductas misteriosas (falta del certificado del registrador, dudas sobre la llegada de fondos, AIS, los cambios en su texto, etc.) ha logrado salir adelante en una inconsciente actitud reguladora de las instituciones, posiblemente impulsada por el poder populista que respalda este referendo. Ejemplo más claro de la necesidad de límites y la debilidad de esta nueva “democracia”, sería muy difícil de encontrar.

¿Podemos hablar de un posible Estado de Opinión si no tenemos una opinión verdaderamente pública?, ¿Si los medios son manipulados, y por lo tanto la información que llega al pueblo?, ¿Si hay intereses particulares detrás de este nuevo estado?.  Es hora de dejar esta ilusión, que no hace sino herir más un sistema ya débil, y encargarse de fortalecer las instituciones ahora creadas, la política como debe ser, para el pueblo. No dejemos que los intereses de algunos pocos, disfrazados de mayorías, nos hieran a todos.

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